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Sagot :
A partir del Siglo XIII los europeos comienzan a extender su poder e influencia sobre Asia y Africa para terminar a fines del siglo XV incorporando a América a sus mercados y a sus necesidades de consumo. El desarrollo del comercio y la economía europeas aumentaron la necesidad de los europeos de disponer de metales preciosos para acuñar monedas. Este fue uno de los motivos de la expansión. Además querían eliminar a los costosos intermediarios y llegar diréctamente ellos a las fuentes de producción de los valiosos productos orientales.
¿Dónde comenzó este proceso?
Las ciudades italianas de las Amalfi, Venecia, Pisa y Génova asimilaron la experiencia náutica de la antigüedad latina. Estas ciudades portuarias y comerciales controlaban el tráfico con el Oriente que proveía a la Europa medieval de las especies necesarias para la conservación y preparación de los alimentos (pimienta, sal, clavo de olor, canela) y metales preciosos. En estas ciudades se fueron perfeccionando las técnicas de navegación a partir del uso de la bújula, el astrolabio y las tablas astronómicas.
¿Qué hechos facilitaron la expansión?
Dos hechos permitieron a los europeos conocer el Asia: las cruzadas, entre los siglo X y XIII y las invasiones mongólicas, entre los siglos XII y XIV. Las cruzadas, cuyo objetivo declarado era recuperar para la cristiandad Jerusalén y el santo sepulcro, permitieron instalar centros comerciales a lo largo del Mediterráneo y el Mar Negro. Esto favoreció notablemente el comercio entre Oriente y Occidente impulsado desde Venecia y Génova que lograron instalar dominios coloniales en Asia y Africa.
Gengis Khan, el emperador mongol, logró establecer en Asia un gran dominio unificado lo que permitió que algunos europeos puedan recorrerlo íntegramente abriendo nuevas rutas comerciales e incorporando los adelantos tecnológicos y algunas costumbres del Oriente.
Esta expansión se debe a una serie de cambios de creeencias (religiosos), políticos (creación de los Estados nación), económicos (búsqueda de nuevos mercados), social (asentameinto de la burguesía), tecnológicos (aparición de nuevas armas y tecnologías de navegación). Vamos que es el protocapitalismo.
La modernidad en su origen y en su esencia es un fenómeno europeo, pero la emergencia, extraversión y expansión de Europa le conferirán una dimensión mundial, a través de la presencia y la interacción de los europeos con otras civilizaciones de ultramar.
Como fenómeno esencialmente europeo los rasgos de la modernidad ilustran unas pautas de cambio profundo en la configuración del universo social, no sin variaciones según los diferentes pueblos de Europa. En el ámbito de las creencias, el hecho más elocuente del inicio de la modernidad es la quiebra de la unidad cristiana en Europa central y occidental, precedido del agitado caldo de cultivo de las herejías y las contestaciones críticas a la Iglesia romana en la baja edad media y que culmina en la Reforma protestante y el inicio de un largo ciclo de las guerras de Religión desde principios del siglo XVI. Asimismo, la secularización del saber, la consolidación de la ciencia y el avance del librepensamiento, basados en el pilar de la razón, generarán actitudes críticas hacia las religiones reveladas.
Estos cambios en la atmósfera cultural y su manifestación en los avances tecnológicos revolucionarán los hábitos materiales de las sociedades europeas y su visión y relación con el entorno a escala planetaria. Los nuevos inventos, en la navegación y en el campo militar, por citar dos ejemplos, facilitarán los descubrimientos geográficos y la apertura de nuevas rutas de navegación hacia los mercados de Extremo Oriente y hacia el Nuevo Mundo. En un plano más amplio, el nuevo marco cultural perfilado en el renacimiento y el humanismo generarán un escenario en el desarrollo del saber donde el hombre ocuparía un lugar central, cuya proyección alcanzaría su más elocuente forma de expresión en el espíritu de la Ilustración en el siglo XVIII y la configuración de Europa como paradigma de la modernidad.
Desde una perspectiva socioeconómica, la lenta pero progresiva implantación de formas protocapitalistas, vinculadas al desarrollo del mundo urbano desde los siglos XII y XIII, y el creciente peso de la actividad mercantil y artesanal en unas sociedades todavía agrarias, irán definiendo los rasgos de la sociedad capitalista. Aquellas transformaciones económicas transcurrirán paralelas al proceso de expansión de la actividad económica de los europeos en otros mercados mundiales, bien ejerciendo unas relaciones de explotación sobre sus dependencias coloniales o bien en un plano más igualitario, en primera instancia, en otras áreas del globo, como expresión de la emergencia mundial de las potencias europeas. Asimismo, conviene observar la traslación del eje de la actividad económica, y también geopolítica, desde el Mediterráneo, que no obstante seguirá jugando un papel crucial en la historia de los europeos en su relación con ultramar, hacia el Atlántico.
Las transformaciones económicas transcurrieron parejas e indisociables a ciertos cambios en la estructura social del Antiguo Régimen. Entre éstos, el protagonismo de nuevos grupos sociales muy dinámicos en su comportamiento, tradicionalmente asimilados al complejo concepto de burguesía, los cuales recurrirán a distintas estrategias tanto de corte reformista como revolucionario para su promoción social y política y la salvaguardia de sus intereses económicos. Movimientos que no conviene simplificar y superponer a otros fenómenos sociales que atañen a otros sectores de la población, tanto agraria como urbana, de carácter más revolucionario, como se pueden observar en el siglo XVII en el marco de la revolución inglesa; o las estrategias de los grupos tradicionales de poder para frenar o neutralizar esos movimientos mediante la cooptación de esa burguesía emergente o mediante el recurso a prácticas represivas. De cualquier modo, estas pautas de transformación social conducirían con mayor o menor celeridad y con las peculiaridades propias de cada sociedad a la antesala del ciclo de revoluciones burguesas que se iniciaría desde finales del siglo XVIII y que supondría, en términos generales, el desmantelamiento del Antiguo Régimen.
Desde la perspectiva política, el fenómeno más relevante es la configuración del Estado moderno, las primeras monarquías nacionales, las cuales se irán abriendo paso a medida que se diluya la idea medieval de imperio cristiano a lo largo de las luchas de religión del siglo XVI. El nacimiento del Estado moderno concretará la expresión de nuevas formas en la organización del poder, como la concentración del mismo en el monarca y la concepción patrimonialista del Estado, la generación de una burocracia y el crecimiento de los instrumentos de coacción, mediante el incremento del poder militar, o la aparición y consolidación de la diplomacia, conjuntamente al desarrollo de una teoría política ad hoc. Fórmulas que culminarían en el Estado absolutista del siglo XVII o en los despotismos ilustrados del siglo XVIII, pero que no pueden ocultar la complejidad de la realidad política europea y el desarrollo de modelos de gobierno alternativos, como las formas parlamentarias que se fueron implantado desde el siglo XVII en Inglaterra, y que vaticinan en la práctica y en sus teorizaciones el posterior desarrollo del liberalismo.
En su dimensión incivilizaciones a lo largo del globo.
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