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Sagot :
Cuando Agustín diferenciaba estas dos ciudades no pensaba que estas fueran una la Iglesia y otra el Estado, ni que una fuera la celeste y la otra la terrena. La distinción entre dos ciudades representa una categorización moral, una categorización dada por el tipo de amor o por el objeto que conjugue el amor en cada caso. Agustín ve a la ciudad de Dios como superior a la ciudad terrena ya que solo en ella gobierna la paz y la justicia verdadera, las demás son sociedades pero imperfectas.
Pertenecen a cada ciudad todos los pecadores pasados y futuros. Esto señala un sentido teologal de la historia, un sentido explicativo ideal al cual la historia debe tender. Esta concepción rompe con la visión clásica del tiempo de crecimiento y decadencia, de regularidad y repetición, sustituyéndola por esta introducción del futuro como una dimensión de la esperanza.
Para Agustín la ciudad de Dios no suprime la necesidad de la sociedad civil, la complementa. Son ciudadanías complementarias y así es como Agustín llama a respetar los llamamientos de la autoridad civil, pero al mismo tiempo insiste en que esta debe someterse a las leyes mandamientos e la Iglesia. La más alta aspiración de la sociedad política quedaba satisfecha si permitía que sus ciudadanos enrolados en la Civitas Dei (Ciudad de Dios) buscaran la salvación sin ser estorbados por las distracciones políticas. Desde este punto de vista critico las definiciones Ciceronianas de res publica y justicia sosteniendo que "la justicia que es verdadera justicia reside únicamente en la nación cuyo fundador y gobernante es Cristo" 7 . Es obvio que esta conclusión dependía de una definición de la justicia y una concepción de la nación que diferían de las sostenidas por el clasicismo; era una definición de justicia cristiana basada en el amor de Dios y una concepción de nación que trascendía cualquier ciudad humana.
Esta actitud ambigua frente a sociedad civil, en donde la secta pero a la vez la ve como un ámbito donde no se realiza la paz ni la justicia verdadera, esta muy presente en la obra agustiniana, en donde la paz ocupa un lugar central. Para Agustín la paz es el mayor de los bienes humanos, es donde lo racional domina lo sensible, en el individuo y entre los individuos, y ligada a su realización aparece la conceptualización agustiniana del orden. "...la paz del hogar es el acuerdo ordenado de quienes habitan juntos, ya sea que manden o que obedezcan; la paz de la ciudad celestial es la hermandad de disfrutar de Dios y disfrutarse unos a otros en Dios, una hermandad ligada por el orden y en armonía; la paz de todas las cosas crease la tranquilidad conferida por el orden..." 8 .
En Agustín no hay un programa político en sentido estricto, si un planteo moral, una exigencia interior que destierra el egoísmo del hombre y lo recrea como comunidad en el amor de Dios. Pero estas tendencias agustinianas de confusión sobre el orden sobrenatural u el orden natural se convertirán en teocracia con el agustinismo político, que tratara de transformar la ciudad celeste en ciudad terrena verdadera. "El agustinismo político es un movimiento teórico con aspiraciones practicas que comienza a desarrollarse como doctrina acerca del lugar del poder civil en relación con la autoridad religiosa; luego evoluciona como teoría que resuelve los fines naturales del Estado en fines exclusivamente religiosos. Y finalmente lo que había comenzado siendo una simple doctrina culmina exitosamente transformándose en praxis política" 9
LA CIUDAD DE DIOS es un gigantesco drama acerca de la teología en veintidós libros, síntesis de la historia universal y divina, sin duda la obra más extraordinaria que haya podido suscitar el largo conflicto que, desde el siglo I al siglo VI, colocó frente a frente al mundo antiguo agonizante con el cristianismo naciente.
La Ciudad de Dios, pues, se divide en dos partes: la única negativa, de carácter político contra los paganos (libro I-X), subdividida, a su vez, en dos secciones: los dioses no a sus adoradores los bienes materiales(I-V); menos todavía les asegura la prosperidad espiritual (VI-X); las otras positivas, que suministran la explicación cristiana de la historia (libro XI-XIV); historia de las ciudades que progresan la única con la otra y, por así decirlo, la una en la otra (XV-XVIII); los fines últimos de las dos ciudades (XIX-XXII)
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Pertenecen a cada ciudad todos los pecadores pasados y futuros. Esto señala un sentido teologal de la historia, un sentido explicativo ideal al cual la historia debe tender. Esta concepción rompe con la visión clásica del tiempo de crecimiento y decadencia, de regularidad y repetición, sustituyéndola por esta introducción del futuro como una dimensión de la esperanza.
Para Agustín la ciudad de Dios no suprime la necesidad de la sociedad civil, la complementa. Son ciudadanías complementarias y así es como Agustín llama a respetar los llamamientos de la autoridad civil, pero al mismo tiempo insiste en que esta debe someterse a las leyes mandamientos e la Iglesia. La más alta aspiración de la sociedad política quedaba satisfecha si permitía que sus ciudadanos enrolados en la Civitas Dei (Ciudad de Dios) buscaran la salvación sin ser estorbados por las distracciones políticas. Desde este punto de vista critico las definiciones Ciceronianas de res publica y justicia sosteniendo que "la justicia que es verdadera justicia reside únicamente en la nación cuyo fundador y gobernante es Cristo" 7 . Es obvio que esta conclusión dependía de una definición de la justicia y una concepción de la nación que diferían de las sostenidas por el clasicismo; era una definición de justicia cristiana basada en el amor de Dios y una concepción de nación que trascendía cualquier ciudad humana.
Esta actitud ambigua frente a sociedad civil, en donde la secta pero a la vez la ve como un ámbito donde no se realiza la paz ni la justicia verdadera, esta muy presente en la obra agustiniana, en donde la paz ocupa un lugar central. Para Agustín la paz es el mayor de los bienes humanos, es donde lo racional domina lo sensible, en el individuo y entre los individuos, y ligada a su realización aparece la conceptualización agustiniana del orden. "...la paz del hogar es el acuerdo ordenado de quienes habitan juntos, ya sea que manden o que obedezcan; la paz de la ciudad celestial es la hermandad de disfrutar de Dios y disfrutarse unos a otros en Dios, una hermandad ligada por el orden y en armonía; la paz de todas las cosas crease la tranquilidad conferida por el orden..." 8 .
En Agustín no hay un programa político en sentido estricto, si un planteo moral, una exigencia interior que destierra el egoísmo del hombre y lo recrea como comunidad en el amor de Dios. Pero estas tendencias agustinianas de confusión sobre el orden sobrenatural u el orden natural se convertirán en teocracia con el agustinismo político, que tratara de transformar la ciudad celeste en ciudad terrena verdadera. "El agustinismo político es un movimiento teórico con aspiraciones practicas que comienza a desarrollarse como doctrina acerca del lugar del poder civil en relación con la autoridad religiosa; luego evoluciona como teoría que resuelve los fines naturales del Estado en fines exclusivamente religiosos. Y finalmente lo que había comenzado siendo una simple doctrina culmina exitosamente transformándose en praxis política" 9
LA CIUDAD DE DIOS es un gigantesco drama acerca de la teología en veintidós libros, síntesis de la historia universal y divina, sin duda la obra más extraordinaria que haya podido suscitar el largo conflicto que, desde el siglo I al siglo VI, colocó frente a frente al mundo antiguo agonizante con el cristianismo naciente.
La Ciudad de Dios, pues, se divide en dos partes: la única negativa, de carácter político contra los paganos (libro I-X), subdividida, a su vez, en dos secciones: los dioses no a sus adoradores los bienes materiales(I-V); menos todavía les asegura la prosperidad espiritual (VI-X); las otras positivas, que suministran la explicación cristiana de la historia (libro XI-XIV); historia de las ciudades que progresan la única con la otra y, por así decirlo, la una en la otra (XV-XVIII); los fines últimos de las dos ciudades (XIX-XXII)
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