Todo se hizo al día siguiente como quiso Ventura, menos la parte del pellizco; porque al llegar nosotros a la casa de los abuelos, por una senda distinta de la del día anterior, que él me hizo tomar, para que no pasásemos junto a la casa vieja, su novia lo vio, oportunamente, y fue a refugiarse tras de la abuela, que estaba sentada a la puerta.
—¡Soy capaz de ensartarlos a los dos en un lanzazo! ¡Esto no hay quién lo aguante, caramba! El abuelo ya se torció un pie con el porrazo que le ha dado la mula; está ahí gritando en la cama.. y ahora se me viene el otro condenado para seguirme a la guerra!Ventura se arrodilló a sus pies, y le dijo:— Me llevas, tata, o me voy a presentar a los porteños.Estas sencillas palabras hicieron en él mayor impresión que toda mi retórica.