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Sagot :
Democracia es una palabra de origen griego que fue acuñada por los atenienses para referirse a su propia forma de gobierno, instaurada en los últimos años del siglo VI a.C. De hecho, el término democracia aparece por primera vez en escritos de Heródoto, historiador y geógrafo del siglo V a.C.Etimológicamente, democracia significa gobierno “del pueblo” o “popular”. Esta definición deja lugar a muchas dudas, toda vez que la concepción de “pueblo” se puede entender de muy diversas maneras. Éste se puede identificar con las mayorías, con una asamblea o incluso, con una persona que “encarne” los ideales de la sociedad.El modelo griego de democracia, en el que los ciudadanos decidían lo conveniente para la ciudad (polis), corresponde a lo que en la actualidad llamamos democracia directa. La soberanía, por medio de los ciudadanos, ejercía el poder de modo directo. Para ser funcional, esa forma de gobierno, requería, un número relativamente pequeño de ciudadanos, pero también una gran masa de “no ciudadanos” (esclavos), que soportaran en buena la actividad económica.La democracia moderna aparece con el surgimiento de los estados modernos, los cuales, tienen como una de sus características más distintivas la existencia de una estructura institucional y administrativa pública, el Estado, que se entiende como una realidad diferenciada de la sociedad.Desde el siglo XIX, el concepto de democracia se ha referido a las relaciones entre estado y sociedad. “Se define como una forma de gobierno en que el poder político del Estado, la soberanía, pertenece por derecho a todo el pueblo, entendido como el conjunto (casi) universal de ciudadanos, sin exclusiones por razones de sexo o clase social, y no a un grupo específico y limitado del mismo. Su finalidad última es que los ciudadanos controlen, intervengan y definan objetivos en relación con ese poder político.” (B. Rodríguez y P. Francés).Actualmente, lo que conocemos como democracia se definiría como “democracia representativa”, la cual se caracteriza por que la soberanía popular está delegada en las instituciones gubernamentales que ejercen la autoridad en nombre del pueblo. Supone que la titularidad y el ejercicio del poder político, de la soberanía, son distintos. Así, la titularidad es del pueblo (en caso contrario no sería una democracia) pero sus prerrogativas la ejercen los representantes electos.En la práctica, el esquema funcional de la democracia representativa se consolidó en el siglo XIX y se funda en una separación entre los tres órganos o poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) que se ocupan de los actos del estado en tres esferas distintas: La elaboración y aprobación de las leyes (poder legislativo), la administración y ejecución de las leyes (poder ejecutivo) y la aplicación de sanciones a quienes no cumplen las leyes y resolución de conflictos (poder judicial).Ahora bien, el poder político es delegado por el “pueblo” a sus representantes, sin embargo, eso por sí mismo, no justifica la democracia. Según Benedicto XVI: “Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”. El problema es que la “historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse”, mencionó en otra ocasión: “La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo por la transparencia de la razón humana ante la Razón creadora y por la escucha de esta Fuente de nuestra racionalidad”.¿Dónde está entonces el punto de referencia que se debería de considerar? En la ley natural, inscrita en la esencia misma del ser humano, desde la cual se debe partir para asegurar que las decisiones que se tomen, no sólo busquen soluciones a los problemas que se presentan, sino que ineludiblemente respeten la dignidad de la persona humana.
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