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Sagot :
La historia, que recoge los últimos días de Simón Bolívar se inicia en mayo de 1830, cuando José Palacios, el fiel servidor del general, lo encuentra “Flotando en las aguas depurativas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos”.
Esta aún en la, ahora más que nunca, fría, inhóspita e ingrata Santafé: la gloria le ha dado la espalda y la opción ha sido su renuncia del gobierno. Debe emprender entonces un penoso viaje hacia Venezuela para “empezar otra vez desde el principio”, intento que frustra la parca en San Pedro Alejandrino el 17 de diciembre de ese mismo año.
Bolívar deja Bogotá en medio de la sordina de las manifestaciones. Los robos, incendios e insultos provocados por los seguidores de Santander, a quien el libertador apodaba “Cajandro”.
En medio de consternación y victima ya de la tuberculosis que lo llevo a la tumba, ignora lo que sucede a su alrededor. Nadie, ni aún los oficiales Venezolanos de su confianza, saben que piensa hacer. Durante el viaje duerme pocas horas recostado en su hamaca.
Su sueño es intranquilo y salpicado de fiebre; extrema cada día los cuidados de su aseo personal “con una sevicia más frenética que la habitual, tratando de purificar el cuerpo y el ánima de veinte años de guerra inútiles y desengaños del poder”.
En el juego es impaciente, su humor es variable, quienes lo rodean lo toleran y sobrellevan. Conserva su extraordinaria memoria y es en extremo sensible a lo que se dice de el; utiliza espejuelos y un pañuelo empapado en agua de colonia con el que cubre permanentemente la nariz.
Pierde peso en forma acelerada hasta llegar a las 79 libras que tenia al morir; calza 35 y mide 1,6/cm; ama a los perros y a los caballos, es generoso con su dinero y afecto, y llora dormido .
Esta aún en la, ahora más que nunca, fría, inhóspita e ingrata Santafé: la gloria le ha dado la espalda y la opción ha sido su renuncia del gobierno. Debe emprender entonces un penoso viaje hacia Venezuela para “empezar otra vez desde el principio”, intento que frustra la parca en San Pedro Alejandrino el 17 de diciembre de ese mismo año.
Bolívar deja Bogotá en medio de la sordina de las manifestaciones. Los robos, incendios e insultos provocados por los seguidores de Santander, a quien el libertador apodaba “Cajandro”.
En medio de consternación y victima ya de la tuberculosis que lo llevo a la tumba, ignora lo que sucede a su alrededor. Nadie, ni aún los oficiales Venezolanos de su confianza, saben que piensa hacer. Durante el viaje duerme pocas horas recostado en su hamaca.
Su sueño es intranquilo y salpicado de fiebre; extrema cada día los cuidados de su aseo personal “con una sevicia más frenética que la habitual, tratando de purificar el cuerpo y el ánima de veinte años de guerra inútiles y desengaños del poder”.
En el juego es impaciente, su humor es variable, quienes lo rodean lo toleran y sobrellevan. Conserva su extraordinaria memoria y es en extremo sensible a lo que se dice de el; utiliza espejuelos y un pañuelo empapado en agua de colonia con el que cubre permanentemente la nariz.
Pierde peso en forma acelerada hasta llegar a las 79 libras que tenia al morir; calza 35 y mide 1,6/cm; ama a los perros y a los caballos, es generoso con su dinero y afecto, y llora dormido .
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