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Sagot :
El socialismo utópico es sobre todo identificado por la voluntad de concebir comunidades ideales, organizadas según principios democráticos y cuyas relaciones se fundan en la equidad. Desconectadas de una visión lineal del progreso donde surgirían, estas comunidades podían ser tanto proyectos más o menos cerrados para desarrollar de manera contemporánea, como los falansterios de Fourier, o bien podían estar ubicadas en un futuro más o menos mediato, como un ideal social dotado de algún grado de perfección. Lejos de representar modelos pragmáticos, en ambos casos se observa cierta asociación de las relaciones sociales surgidas bajo el utopismo con un modelo de perfección social que proviene de una cosmovisión trascendental y filosófica, tal como en la Civitas Solis de Campanella.
Los miembros del marxismo consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales, de las que toman en consideración principalmente dos:
La clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como «los individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción», a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados por asalariados). El proletariado puede dividirse, a su vez, en proletariado ordinario y lumpenproletariado, los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar trabajo lícito con regularidad. Éstos pueden ser prostitutas, mendigos o indigentes.
La burguesía: quienes «poseen los medios de producción» y emplean al proletariado. La burguesía puede dividirse, a su vez, en la burguesía muy rica y la pequeña burguesía: quienes emplean la mano de obra, pero que también trabajan. Éstos pueden ser pequeños propietarios, campesinos terratenientes o comerciantes.
El libertarismo mantiene que la libertad de una persona para disponer de su cuerpo y de su propiedad privada del modo en que estime oportuno debe de ser ilimitada, siempre y cuando esa persona no ejerza coerción sobre otras personas. Los libertarios definen "coerción" como el uso de fuerza física, la amenaza de usarla o el fraude, que altere o pretenda alterar el modo en el que un individuo vaya a usar su cuerpo o propiedad. El principio libertario prohibiendo la coerción se conoce como principio de 'no iniciación de la violencia' o de 'no agresión', y muchos libertarios lo consideran como el principio definitorio del cual manan todas sus demás convicciones políticas.
El fascismo es una ideología política fundamentada en un proyecto de unidad monolítica denominado corporativismo, por ello exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo; y propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta, denominada cuerpo social, formado por cuerpos intermedios y sus representantes unificados por el gobierno central, y que este designaba para representar a la sociedad.
Para ello el fascismo inculcaba la obediencia de las masas (idealizadas como protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socioespiritual indivisible.9 El fascismo utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder dictatorial en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación.
En muchos casos, el fundamentalismo viene irremediablemente atado a la interpretación de una Sagrada Escritura (Biblia, Corán, Torá...), sobre la que, no obstante, se sostiene que es infalible, atemporal y universalmente válida. Así, en oposición al proceso de relativización de las "verdades absolutas" contenidas en los Libros Sagrados que se venía dando hasta ahora, encontramos una rotunda afirmación del valor de cada versículo de los mismos y una apología de su aplicación literal, en algunos casos más allá de lo que jamás se hizo. Por supuesto esto supone la asunción de dos supuestos: que Dios otorgó a sus Profetas una visión unívoca de su voluntad y que ésta está recogida y es disponible de manera directa a los seguidores de la doctrina fundamentalista.
Esta doctrina contrasta en la mayoría de los casos con la moderna visión científica de la realidad, que cuestiona gran parte de las interpretaciones antiguas de las Escrituras. La ciencia, desde la Ilustración, ha ido despojando a las religiones de autoridad en muchos campos; lo que unido al agotamiento del positivismo científico durante el siglo XX, habría llevado a sectores del ámbito religioso a una especie de "contraataque" con fuerzas renovadas por el desencanto ante las supuestas promesas incumplidas de una ciencia que sacaría a la raza humana de las miserias milenarias en las que se había visto envuelta.
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