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Sagot :
El martes 23 de julio de 1935, se produjo un trágico hecho en el propio recinto del Senado de la Nación, que conformara uno de los episodios mas dramáticos de la historia política argentina, que por sus características, quedó como un símbolo de la intolerancia y del precio que pueden pagar quienes se oponen a determinados intereses económicos.
El senador electo por Santa Fe en representación del Partido Demócrata Progresista, Dr. ENZO BORDABEHERE fue alcanzado por tres balazos disparados por la espalda, mientras trataba de proteger al Dr. Lisandro de la Torre de un intento de agresión por parte del Ministro de Agricultura Luis Duhau, cuándo fustigaba con un discurso muy vehemente la política entreguista y corrupta del Poder Ejecutivo, referente al convenio con Gran Bretaña por negociados con la comercialización de las carnes.
El debate había impuesto un tono de agitada pasión, pero hasta las 16 horas la sesión de la Cámara había tenido un desarrollo normal.
Una vez que llegó la ambulancia que conducía al senador al hospital Ramos Mejía, atendido por el médico de guardia doctor Wybert y varios ayudantes, el estado de Bordabehere ofrecía escasas esperanzas de salvación, pese a ello alcanzó a expresar “Muero por la Patria”.
El Dr. Bordabehere murió a las 17,10 horas como consecuencia del atentado perpetuado por el ex comisario Ramón Valdés Cora, que había ingresado al recinto con un fin determinado, y que frecuentaba lugares vedados al público, incluyendo la sala reservada a los senadores debido a sus influencias comprobadas, al servicio de un caudillo conservador.
A las 18,25 horas la Cámara de Senadores volvió a reunirse rindiendo homenaje al fallecido senador electo, cuyo diploma fuera dilatado su aprobación apara ser incorporado al cuerpo legislativo prestando el juramento habitual. Se decretó una investigación interna.
Los restos de Bordabehere fueron trasladados a Rosario para su sepelio.
Sólo una mentalidad criminal pudo realizar semejante ataque a mansalva expresó el senador Porto. Mientras el senador Alfredo Palacios que pudo detener al homicida en la antigua sala de taquígrafos, afirmó que el político asesinado no tenía armas en su poder como pretendió aducir el homicida.
De la Torre diría “se conoce el nombre del matador, falta conocer el nombre del asesino”. El senador Mario Bravo expresó que no ha sido este crimen el final de un duelo de pasiones o de ideas, ha sido la ejecución calculada, prevista, preparada, se contrató al homicida y se pactó con él un contrato de servicios, se abrió el camino desde el hampa hasta el senado de la nación.
Frente al Congreso una vez conocido el hecho, un público numeroso comentó el suceso, debiendo la policía adoptar disposiciones para evitar incidentes.
Inmenso público despidió los restos mortales en la estación Retiro partiendo en un convoy fúnebre.
Honda impresión y repercusión inmediata tuvo el trágico sucesos que ha sido registrado en una película titulada precisamente “ Asesinato en el Senado”, dónde el actor Miguel Angel Solá interpretó a Valdés Cora y el actor Pepe Soriano personificó a Lisandro de la Torre, se recomienda verla.
El viernes 26 de julio resultó imponente el sepelio del Dr. Bordabehere con una muchedumbre compacta y silenciosa, que formó el cortejo con el féretro llevado pulso hasta la necrópolis del Salvador en la ciudad de Rosario.
Mientras tanto el Dr. De la Torre se batía a duelo con el Dr. Pinedo en el Palomar, resultando ambos ilesos afortunadamente.
Recogiendo opiniones de periodistas que cubrían la actividad política y parlamentaria, como fuera el querido Jorge Andrés Chinetti, que afirmó: nunca hubo dudas acerca de la relación entre Valdes Cora, el sicario homicida, y el Ministro Duhau, que junto con Federico Pinedo recibían las andanadas de Lisandro de la Torre durante la interpelación por el negociado de las carnes.
La historia de la impunidad en nuestro país, tiene en el caso de Bordabehere la cumbre de presencia institucional, por la jerarquía del lugar y de la investidura. Es el pináculo de la desvergüenza con que se mueven los intereses hegemónicos, y el máximo exponente de la ostentación con que exhiben intimidatoriamente su desdén por la ley y la justicia.
Transcurrieron los lustros, las décadas, y se acumularon negociados, entregas del patrimonio nacional y siempre las muertes alevosas, torturas, desapariciones, ostracismos de intelectuales, destrucción de valores irrecuperables, bajo el manto de la impunidad para sus autores o instigadores.
Estéril expectativa, desde el periodismo se vivieron cada uno de estos episodios con la esperanza de que el peso de la verdad y las leyes cayeran sobre ejecutores y beneficiarios. La impunidad siguió predominando, pero según los periodistas, nunca asistieron como cronistas a un caso de impunidad tan escandaloso como el presenciado desde el palco de prensa del Senado.
A partir de ese jalón cimero de la impunidad ostentosa, el país la ha seguido padeciendo cada vez con mayor desvergüenza. Ningún corrupto se inmuta, inspirándose en el cinismo de los que situaron al asesino de Bordabehere en el lugar preciso y más visible para proclamar el privilegio de sus intereses sobre toda consideración ética o legal reproducción del momento en Bordabehere recibe los disparos
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