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Sagot :
Todo comienza en una aldea con pocos habitantes, donde Imaoma era un joven cazador y Atima era
una hermosa muchacha, buena en teñir plumas y coser pieles.
Durante un día Imaoma miró tres veces a Atima, lo cual significaba que quería casarse con ella, Atima acepta y se casan. Atima le dio a su esposo un brazalete de piel, y Imaoma le dio a su esposa un pequeño espejo enmarcado en ébano, que él había tallado. Todo iba bien, pero al año siguiente, los tambores empezaron a anunciar desgracias.
Un día, Atima y su pequeña hija Atima Imaoma, se alejan de la aldea en busca de comestibles cuando fueron sorprendidas por cazadores de hombres, los cuales capturan a la niña. La madre luchó por rescatarla, pero fue inútil, entonces le suplica a el jefe de los cazadores que le entregue el espejo a su hija y este se lo da.
Atima Imaoma fue llevada en barco a América del sur, donde fue vendida a la familia Fontezo y Cabrera, para servir de doncella personal a la hija de los Fontezo y Cabrera, Raquel. A Atima Imaoma le cambiaron el nombre por Silencio.
Silencio tuvo suerte al ser comprada por la familia Fontezo y Cabrera, porque la trataban bien y crecía junto a Raquel, la hija de los Fontezo y Cabrera, aprendiendo las mismas tareas que debía aprender Raquel, pero igual la entristecía no poder recordar su verdadero nombre.
Cuando Raquel cumplió doce años, le pidió a su padre la autorización para enseñarle a Silencio a leer y escribir, éste se negó, al principio, pero luego terminó cediendo con la condición de que le enseñara en el granero y en secreto.
En diciembre de 1791, la situación económica de los Fontezo y Cabrera era desesperada, entonces tuvieron que desprenderse a algunas cosas de valor y, además, de Silencio. La suplicas de Raquel fueron inútiles. Silencio fue vendida a una hacienda en Mendoza, donde ya no seria tratada con tanta benevolencia.
Silencio pasaría su ultima noche en el granero. Entonces, ella sostuvo, frente a su rostro, el pequeño espejo, herencia de su madre, y comenzó a moverlo despacio hasta que pudo ver lo que estaba escrito en el pizarrón “AMO A MI AMITA”, pero en el reflejo del espejo leyó “ATIMA IMA OMA”. Al día siguiente, cuando se despedía de Raquel, le dijo que ya tenía doce años y que, según la costumbre de su pueblo, podía elegir su nombre y que éste sería Atima Imaoma. Raquel le dijo que no lo mencionara frente a sus nuevos dueños porque podía ser castigada por eso y le prometió buscarla algún día. Luego el carro, donde estaba Silencio, partió para Mendoza.
Espero que te sirva :3
una hermosa muchacha, buena en teñir plumas y coser pieles.
Durante un día Imaoma miró tres veces a Atima, lo cual significaba que quería casarse con ella, Atima acepta y se casan. Atima le dio a su esposo un brazalete de piel, y Imaoma le dio a su esposa un pequeño espejo enmarcado en ébano, que él había tallado. Todo iba bien, pero al año siguiente, los tambores empezaron a anunciar desgracias.
Un día, Atima y su pequeña hija Atima Imaoma, se alejan de la aldea en busca de comestibles cuando fueron sorprendidas por cazadores de hombres, los cuales capturan a la niña. La madre luchó por rescatarla, pero fue inútil, entonces le suplica a el jefe de los cazadores que le entregue el espejo a su hija y este se lo da.
Atima Imaoma fue llevada en barco a América del sur, donde fue vendida a la familia Fontezo y Cabrera, para servir de doncella personal a la hija de los Fontezo y Cabrera, Raquel. A Atima Imaoma le cambiaron el nombre por Silencio.
Silencio tuvo suerte al ser comprada por la familia Fontezo y Cabrera, porque la trataban bien y crecía junto a Raquel, la hija de los Fontezo y Cabrera, aprendiendo las mismas tareas que debía aprender Raquel, pero igual la entristecía no poder recordar su verdadero nombre.
Cuando Raquel cumplió doce años, le pidió a su padre la autorización para enseñarle a Silencio a leer y escribir, éste se negó, al principio, pero luego terminó cediendo con la condición de que le enseñara en el granero y en secreto.
En diciembre de 1791, la situación económica de los Fontezo y Cabrera era desesperada, entonces tuvieron que desprenderse a algunas cosas de valor y, además, de Silencio. La suplicas de Raquel fueron inútiles. Silencio fue vendida a una hacienda en Mendoza, donde ya no seria tratada con tanta benevolencia.
Silencio pasaría su ultima noche en el granero. Entonces, ella sostuvo, frente a su rostro, el pequeño espejo, herencia de su madre, y comenzó a moverlo despacio hasta que pudo ver lo que estaba escrito en el pizarrón “AMO A MI AMITA”, pero en el reflejo del espejo leyó “ATIMA IMA OMA”. Al día siguiente, cuando se despedía de Raquel, le dijo que ya tenía doce años y que, según la costumbre de su pueblo, podía elegir su nombre y que éste sería Atima Imaoma. Raquel le dijo que no lo mencionara frente a sus nuevos dueños porque podía ser castigada por eso y le prometió buscarla algún día. Luego el carro, donde estaba Silencio, partió para Mendoza.
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