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Sagot :

Respuesta: El Museo del Romanticismo (Madrid) recupera la moda del siglo XIX con 'La Moda Romántica', una exposición que reúne 22 modelos originales, procedentes del Museo del Traje y de su propia colección, que se pueden ver repartidos a lo largo de sus salas como recreación del ambiente de la época.

Levita de Mariano José de Larra.

Levita de Mariano José de Larra.

La moda es uno de los fenómenos sociales más interesantes del siglo XIX, una época traumática y apasionante en la que se produjeron cambios que transformaron todos los órdenes de la vida cotidiana y que tuvieron a la burguesía como indiscutible protagonista. En ese siglo triunfaron los primeros sastres con firma propia, aparecieron las revistas de moda y damas y caballeros sucumbieron, por primera vez en la historia, a los cambios de temporada con sus tendencias particulares.

La Moda Romántica destaca uno de los aspectos de este gran fenómeno: el de los usos sociales del traje a lo largo del período romántico, en el que el vivir cotidiano estaba unido a las rígidas costumbres establecidas. El estricto protocolo elegía la indumentaria adecuada al decoro propio de cada actividad: el diario, el paseo, la visita o el baile; y a los distintos acontecimientos sociales, políticos o religiosos. Así, la exposición presenta la evolución que se produjo en el traje desde comienzos de siglo y a lo largo del reinado de Isabel II.

La silueta femenina

En la muestra podrán contemplarse fracs, levitas y chalecos de caballero, entre ellos hay que destacar la levita que perteneció a Mariano José de Larra; junto con trajes femeninos de paseo, goyescos, de baile o de novia e, incluso, algunos modelos infantiles que ofrecen una visión global de los usos sociales de la moda en el XIX.

Década a década, la silueta femenina sufrió espectaculares cambios que la transforman: desde el traje imperio, fruto del furor neoclásico con el que se inicia el siglo, hasta las impresionantes y voluminosas faldas de los años 60 (ahuecadas con crinolinas), pasando por la austeridad de la década de 1840 o el desarrollo del busto y las prominentes mangas de los años 30. El traje masculino permanece, sin embargo, casi inmutable durante todo este tiempo.

Este viaje en el tiempo cobra vida al ver los diseños en los espacios en los que fueron vividos. Es fácil imaginar el crujir de las telas en movimiento del traje de sociedad en el salón de baile de la casa o conmoverse frente al vestido de novia en el oratorio. Comisariada por Eloy Martínez de la Pera, con la asesoría científica de Elvira González, la exposición exhibe, además, figurines procedentes de revistas de moda de la época y fotografías estereoscópicas de comercios y talleres de moda.

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