Las hojas secas crujían bajo mis pies
mientras cruzaba el bosque que había
al norte de la universidad. La pálida
luz de la luna que se filtraba entre las
ramas desnudas de los arboles no era
suficiente para ver con claridad, pero
había recorrido aquel camino barias
veces en el ultimo ciclo escolar y me lo sabia de memoria. Olí el
humo de leña mucho antes de oír las voces y divisar el resplandor
del fuego entre los arboles, no era exactamente un claro sino solo
un lugar tranquilo oculto detrás de un afloramiento rocoso; unas
rocas y el tronco de un árbol caído servia de asientos improvisados. Yo mismo había cavado el hoyo para la hoguera unos días atrás:
tenia un metro de hondo y seis de ancho con piedras alrededor era
un hoyo demasiado grande para la pequeña fogata que ardía en
el. Ya habían llegado todos. diana y maría Fernanda estaban sentadas en el
mismo tronco caído; andres estaba sentado encorvado en una roca;
Samuel en el suelo con las piernas cursadas, hurgaba en el fuego con
un palo. Cuando salí de entre los arboles, Andrés levanto la cabeza. La luz parpadeante del fuego le acentuaba las ojeras. Samuel
y el llevaban casi dos ciclos escolares enteros velándose por las
noches. -Llegas tarde- dijo. Samuel levanto también la cabeza; su
expresión era alegre, como siempre, pero también en su cara se
reflejaba el cansancio.