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Nuevas rutas comerciales.
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Durante siglos, los comerciantes europeos transitaron rutas que los conec- taron con los mercados asiáticos. Desde China e India traían productos lujosos: especias (condimentos) para conservar alimentos durante el invierno, telas de seda, perfumes misteriosos y colmillos de marfil, Las ganancias eran ilimitadas, pero a fines del siglo XV, los turcos otomanos se apoderaron de Constantinopla y cobraron altisimos impuestos para acceder a las rutas de oriente. Los reyes y mercaderes buscaron caminos alternativos. Portugal alcanzó esos mercados rodeando África, pero los españoles, de la mano de un marino que muchos sospe- chaban demente, intentaron un plan descabellado: alcanzar los reinos descriptos por Marco Polo navegando hacia el poniente, internándose en los mares tenebro- sos, y alcanzar el continente asiático por el oeste. Lbs avances cientificos hacían posible este proyecto. La utilización de brú- julas, astrolabios, cuadrantes y portulanos, sumado a los nuevos navíos que se fabricaron (naos y carabelas), otorgaban velocidad y orientación en altamar. Los cálculos estimaban un camino corto y seguro. Pero el borde del mundo escondía una sorpresa. El marino que dirigía la flota llevaba una copia del diario de Marco Polo. Desesperadamente, buscaba en- contrar similitudes entre el paisaje que lo maravillaba y las palabras de un texto que no lograba describir tanta belleza. Cuando el marino dudó, cuando sospecho no haber llegado al Asia, creyó haber alcanzado las playas del paraíso terrenal. Regresó a España con dudas y sus relatos fueron escuchados con oídos de ambi- ción. El sueño y el rumor se agigantaron con velocidad febril y se convirtieron en leyendas. En las bodegas de los buques, los cofres se llenaron con sables y barri- les de pólvora. Los corazones de los marinos se enfermaron de codicia. La cura, si es que existía, se encontraba en las misteriosas tierras de ultramar. RE 20 ANNALE NEXTCATERTION www​