El coche de Agustina había partido ya, y aún duraba en el salón de Ama lia el silencio. Amalia fue la primera que lo rompió, mirando a todos, y p reguntando con admiración: Pero, ¿qué especie de mujer es esta? Una mujer que se parece a ella misma - dijo madama Dupasqui er. ¿Pero qué hemos hecho? - preguntó Amalia-. ¿A qué ha venido a esta casa, si debía ser para mortificar a cuantos en ella había? ¡Ah, prima mía! ¡todo nuestro trabajo está perdido; esta mujer ha venido intencionalmente a tu casa; ha decidido tener alguna del ación, alguna sospecha sobre Eduardo, y desgraciadamente aca ba de descubrirlo todo! - - - ¿Qué, qué ha descubierto? Todo, Amalia; ¿crees que fue casual el oprimir el muslo izquierd o a Eduardo? ¡Ah!-exclamó Florencia-, ¡sí,sí, ella sabía de un heri do en el muslo izquierdo! Las señoras y Eduardo se miraron con asombro. Daniel prosiguió tranq uilo con la misma gravedad. Cierto, esa era la única seña que tenía del escapado en los asesi natos del 4 de mayo. Ella no ha venido a esta casa sin algún fin -