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Sagot :
Las monarquías son sociedades conformadas por diversos estamentos sociales organizados verticalmente, en que unos pocos nobles tienen privilegios y prerrogativas del que carece el resto de sectores sociales. Las repúblicas, en cambio, son comunidades políticas de ciuda-danos libres e iguales, en que TODOS gozan por igual de un conjunto de derechos (civiles, políticos y sociales) y están sujetos a los mismos deberes.
La república fundada en 1821 no llegó a constituirse en una verdadera comunidad política de ciudadanos libres e iguales. Fue una república de papel, que en verdad se mantuvo organizada como una sociedad estamental. Fue una "república sin ciudada-nos", como diría Alberto Flores Galindo.
Los orígenes del problema
Luego de la conquista del Imperio de los Incas, la corona española estableció un sistema de dominación social que, debido a la diferencia de razas y cultura, devino en un sistema de castas, que hasta nuestros días ha dejado sus huellas.
El sistema de castas se expresó en el establecimiento de dos “repúblicas”: la “República de Indios”, conformada por los miembros de los pueblos indíge-nas, y la “República de Espa-ñoles”, integrada por los españoles y sus descendientes, los criollos. Ambos grupos tenían diferente estatus legal.
El sistema limitó el acceso de los miembros de la cultura dominada a las posiciones de poder dentro del régimen político colonial; sin embargo, no fue del todo rígido y no llegó a evitar la mezcla de razas, dando lugar a un amplio mestizaje racial y cultural, que con el tiempo hizo surgir nuevos sectores interme-dios entra ambas castas. Fue el inicio de un lento pero imparable proceso de “transculturación”.
Aunque el régimen colonial subordinó a los pueblos andinos, respetó las jerarquías de la organización prehispánica, que tenía su propia nobleza y plebe. La nobleza indígena (los cura-cas), compartió con la nobleza criolla diversos privilegios, manteniendo su condición de élite indígena. De otro lado, había un marco jurídico, las “leyes de indias”, que protegía las tierras comunales de los indígenas.
Sin embargo, a fines del siglo XVIII ocurrió un hecho crucial en nuestra historia: la rebelión de Túpac Amaru II. A diferencia de otros movimientos locales que sacudieron al Virreinato durante el siglo XVIII, que habían sido revueltas puramente indígenas, el movimiento de Túpac Amaru aglutinó, al menos inicialmente, a todos los sectores provincianos dominados por la burocracia borbona: indios, forasteros, mes-tizos y criollos.
Túpac Amaru pretendió forjar un estado multinacional indepen-diente bajo la hegemonía incaica, que comprendiera a todas las nacionalidades, incluídos criollos y mestizos; quizo eliminar las divisiones legales de castas y estamentos (menos la nobleza indígena que, por su origen, debía ocupar los puestos dirigentes del nuevo orden). Pro-ponía la permanencia de las autoridades españolas, aunque el poder de los curacas debía ser superior; y que la Iglesia Católica esté controlada por el Inca.
El proyecto de Túpac Amaru pretendió ser inclusivo, a dife-rencia del proyecto nacional que los criollos implantaron al “fundar la república”, que devino en racista y excluyente.
La rebelión tupamarista fue más que un proyecto indígena, fue un proyecto nacional. Su triunfo hubiera significado no sólo la conquista temprana de la independencia sino también, y sobre todo, la construcción del Perú como nación.
Lamentablemente, debido al impulso de las masas indígenas, la rebelión se fue radicalizando hasta convertirse en una revuelta popular anticolonial. En la medida que ocurría esa radicali-zación, los criollos y sus allegados la abandonaron.
El fracaso de la rebelión tuvo dramáticas consecuencias para el movimiento indígena y, a la larga, para la posibilidad de convertirnos en una nación. Ade-más de la muerte de unos cien mil indígenas, lo más atroz fue la destrucción de la élite indígena, lo que desarticuló la identifica-ción étnica que la población indígena había mantenido pese a la explotación colonial. Descabe-zado el sector indí-gena, a pesar de constituir el grueso de los ejércitos indepen-dentistas y realistas, no tuvo un rol protagónico en el movimiento emancipador y, por tanto, no participó en el pacto social y político con que se fundó la república.
Entonces, lo que se fundó en 1821 fue la república de los criollos. Los indígenas, los cho-los y los negros estaban excluí-dos de esa comunidad política.
I.- Contexto geográfico e histórico
Una vez conquistado el inmenso Imperio de los Incas, fue necesario establecer un sistema administrativo, económico y político que acatara las disposiciones del Rey de España y que pudiera representarlo en esas lejanas tierras. En teoría, el Virrey nombrado directamente por el Soberano ibérico ejercía un poder gubernamental absoluto sobre toda la colonia; Pero en realidad esta idea se reveló, inmediatamente, inaplicable por razones geográficas a las que debían hacer frente los primeros virreyes. Un territorio gigantesco que abarcaba desde Quito hasta más abajo de Buenos Aires y del Pacífico hasta el Atlántico en el Sureste y hasta la selva amazónica al este, un territorio cuyo centro político, administrativo, jurídico y económico debía ser la ciudad de Lima, centralizada de hecho, en la Costa del Pacífico, al Oeste de la Colonia.
El Virrey no podía ejercer su dominio en ésta geografía aberrante, ni en esos miles de kilómetros cuadrados. Desde 1561, el Rey de España debió redistribuir los poderes; creando las Audiencias de Charcas (en Chuquisaca), y de Quito (en Ecuador), encargadas de todos los poderes administrativos y judiciarios en el plan local y dominadas por el Virrey, que quedaba el órgano supremo de la Colonia y el representante privilegiado del soberano español. La preeminencia del Virrey sobre las Audiencias y Capitanías hacia que las leyes dictadas por su autoridad, se imponían a todos éstos territorios. El Virrey, podía también tomar en manos todos los asuntos que él considerase grave o tuviera una particular importancia. En realidad las audiencias, sobre todo la Charcas, se emanciparon de ésas obligaciones muy rápidamente. La Audiencia de Charcas, institución colegial dirigida por un presidente (elegido por cooptación) administraba un extenso y rico territorio, aislado de Lima por las cadenas de la Cordillera Andina. Ella representaba la autoridad judicial, política e incluso militar, a la que se dirigían los potentados mineros de Potosí y de Oruro, así como también los encomenderos de Cochabamba, Sucre, Tarija... Cabe recalcar que la Audiencia administró durante más de tres siglos, una vasta región llamada "El Alto Perú".
II.- Contexto social e histórico
La llegada de los españoles a esta parte de América, en 1535, puso fin al Imperio de los Incas, tomando como punto culminante la ejecución del Inca Atahuallapa. Esta dominación ha durado hasta 1825. Hubo entonces cerca de tres siglos de dominación colonial española en el Alto Perú. Desde la llegada de algunos centenares de soldados y religiosos a mediados del siglo XVI, hasta las magníficas ciudades, pobladas de ricas familias frecuentando la Universidad de Chuquisaca y la Corte de Lima a comienzos del siglo XIX. La organización de la sociedad colonial del siglo XVIII estaba basada, a la vez; de aquella que los indígenas habían heredado de los Incas, y sobre todo de aquella que los españoles y mestizos copiaban del modelo europeo. Se debe notar la importancia social determinante del factor étnico.
La organización social de los indígenas estaba basada sobre los principios de la antigua sociedad incaica, con la única diferencia, que el Inca fue remplazado por el Virrey de España, nombrado directamente por el monarca español y establecido en Lima, en medio de una corte fastuosa. Las otras clases sociales estaban estructuradas según el origen. En la cúspide se encontraban los españoles llegados de la península Ibérica. Ellos monopolizaban el poder judicial, administrativo, político y militar. Les seguían los criollos – hijos de españoles nacidos en América – Por ser americanos de nacimiento no podían gozar de los privilegios y monopolios reservados únicamente a los peninsulares. Ellos no tenían acceso a los altos cargos, a la administración de la Colonia, ni a la explotación de las minas. Pero el poder financiero y económico de los criollos era muy grande, puesto que ellos proveían a la Colonia, principalmente, con productos agrícolas. Explotaban como encomenderos a miles de poblaciones indígenas agrícolas.
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