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Sagot :
En vista que los “zelistas ocasionales” de Tacna, no están cumpliendo su rol, proseguimos con nuestra terca tarea de difundir los hechos históricos sucedidos en torno al levantamiento de Francisco Antonio de Zela. Nos interesa comprender, para luego emitir un juicio que se acerque a la verdad histórica.
Es justo saber, también, qué se escribió después sobre el levantamiento armado de Zela. Hoy publicamos un fragmento de un artículo de la revista Variedades, publicada en Lima, en junio de 1911, al recordarse en centenario del levantamiento de Zela. Comité directivo del “Centenario de Zela” Presidente honorario: Ricardo Palma Soriano Vicepresidente: contralmirante Manuel Villavicencio Vocales: Carlos Forero, Carlos A. Romero, Manuel García Irigoyen, Felipe Barreda y Laos, Dr. Víctor Andrés Belaunde, Julio Vargas H., capitán de navío Luis B. Arce y Folch. Comisión de propaganda Dr. Carlos Wiesse Portocarrero, Dr. José de la Riva Agüero, Juan B. de Lavalle, Pedro Irigoyen, Carlos Ledgard, José Gálvez, reverendo P. Angulo, Dr. Justo Pérez Figuerola, Dr. Aurelio Gamarra Hernández, Rosendo Melo, Pedro Aponte, Dr. Aníbal Gálvez, Luis Eguiguren, sacerdote Dr. J. Vitaliano Berroa, Elvira García y García, Zoila Sabel Cáceres Barreda, Dora Mayer, Evangelina Torres Paz, Dra. Esther Festini, Laura Rodríguez Dulanto, Amalia Puga de Lozada, José María Barreto Bustíos, Dr. Juan C. Veisaga, Ing. Pedro E. Paulet, Manuel L. Gutiérrez de la Barrera. FRANCISCO ANTONIO DE ZELA Y EL GRITO DE INDEPENDENCIA DE TACNA (20 de junio de 1811) “El hombre (1). En 1811, tenía don Francisco Antonio de Zela y Arizaga cuarenta y tres años (de edad). De bella presencia y elevada estatura, tiene un aire tranquilo que despierta simpatía y confianza. Lleva con nobleza la casaca bordada y la pechera alba y leve. Su fisonomía, en el retrato pintado por Montero (2), tomado de una miniatura de familia, es a la vez enérgica y suave; nada habla en ella de las inferiores victorias de la vanidad. Sus ojos azules transparentan un alma serena y osada a un tiempo; ojos abiertos a una visión lejana y sublime; mirada pensativa toda llena de una firme aspiración. Su restaurada faz tiene un sello de intrepidez marina. En la frente noble y amplia resplandecen aquellas realidades invisibles que dieron sentido y valor a su vida. Había nacido en (la ciudad de) Lima, el año de 1768, del matrimonio de don Alberto Zela y Neyra y de doña María Mercedes de Arizaga Hurtado de Mendoza. Era el primero natural de Lugo, en Galicia, y refiérese que ocupó puestos de importancia en la Casa de (la) Moneda de Madrid. La fe y la piedad que acompañaron al patriota hasta sus últimos días habían sido cultivadas en el Seminario de Santo Toribio donde se educó (III). Habiéndose designado a su padre como ensayador a la callana en el mineral de Caylloma, trasladóse con él a aquella serranía donde se preparó para seguir dicha profesión (sic), que debía corresponderle por juro de heredad. En efecto, el Virrey Frey Francisco Gil de Taboada y Lemus le confirió (el) 25 de octubre de 1792, el empleo de balanzario, ensayador y fundidor, que le imponía la obligación de llevar cuenta y razón del oro y plata que entraban a las cajas reales a quitarse y de los reales derechos que devengaban estos metales. Estando por entonces en Tacna las reales cajas, establecióse en esa villa, con el objeto de fiscalizar los minerales de Puno, Tarapacá y el venero de Huantajalla (IV). El 06 de junio de 1796, (Francisco Antonio de Zela se) casó con doña María Siles de Antequera Lazo de la Vega. De este matrimonio nacieron nueve hijos: cinco varones y cuatro mujeres (V). Su espíritu sencillo, justo, fuerte; su clara inteligencia, que le conquistó el respeto de las autoridades españolas y la adhesión del pueblo, su valor y altivez, que eran la elocuencia de su carácter, hacían de Zela en la época a que nos referimos, la personalidad más sugestiva de la sociedad de aquel Partido. No era de aquellas almas esclavas que se acomodan a todas las libreas. Nada valían para él la vida, el amor y la fortuna si no florecen en la dignidad de hombre libre. La tempestad libertadora desencadenada en la América entera, el contagio del ejemplo, la oportunidad de aquel momento en que un ejército, amigo y victorioso, llamaba al Perú de cerca de la libertad, los emisarios secretos de Castelli y de Belgrano, todo contribuyó a despertar su espíritu a la lucha y a la acción. Zela abrió su alma a la aspiración de su patria y de su tiempo. Su resolución ganó a otros. Era de aquellos que tienen el privilegio de llevar a todas partes la luz, el entusiasmo y la esperanza. Era de aquellos de quienes dijo Carlyle, que son como un relámpago del cielo. Los demás los esperan como combustible que ellos encienden y convierten en llamas.
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