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Acabar con el saqueo de África para evitar un estallido social

Se necesitan esfuerzos regionales y mundiales coordinados para combatir la corrupción y la evasión fiscal de las empresas en el continente. Lo cuentan los autores del libro ‘Tras la pista de la fuga de capitales de África’

Alfa, beta, gamma, delta, ómicron... ¿cuántas letras más del alfabeto griego, que simbolizan las variantes de covid-19, tendrá que soportar el mundo? Mientras que a fines del año pasado el sur de África volvió a ser víctima de un cierre de fronteras a la postre innecesario e injusto, un puñado de países ricos sigue oponiéndose a la demanda de levantar las patentes de las vacunas y los tratamientos contra el virus. Por supuesto, este egoísmo vacunal está pasando factura a los países pobres, pero también ha estado volviendo como un búmeran a los más acomodados, con nuevas oleadas del virus.

Este cinismo y esta ceguera se reflejan también en los flujos financieros entre el Norte y el Sur. En teoría, los países ricos multiplican la ayuda al desarrollo y las inversiones directas en África. En realidad, hacen la vista gorda ante un sistema internacional que saquea sistemáticamente al continente en beneficio de una élite y de grandes empresas. En las últimas cinco décadas, el África subsahariana ha perdido más de dos billones de dólares por la fuga de capitales. La hemorragia se ha acelerado desde el cambio de siglo, con una media de 65.000 millones de dólares al año, una suma que supera las entradas anuales de ayuda oficial al desarrollo.

En el mundo imaginario de una economía de mercado perfecta, los recursos naturales serían una bendición y el capital fluiría hacia los países donde es más escaso. África sería un receptor neto. El pueblo angoleño aprovecharía los beneficios de la extracción de petróleo; los marfileños prosperarían como primer exportador mundial de cacao (45% de la producción mundial); y los sudafricanos disfrutarían de los frutos de la abundancia de minerales.

Esto no está ocurriendo. Los recursos naturales son, en cambio, un coto de caza para la extracción rápida de riqueza y la acumulación extraterritorial. Los flujos de capital transfronterizos no están impulsados por la escasez relativa en África, sino por el secreto proporcionado en los paraísos fiscales. Los préstamos extranjeros suelen ser ruinosos y poco rentables, cuando no se evaporan en el aire. En el escándalo de la deuda oculta de Mozambique, por ejemplo, un préstamo de 2.000 millones de dólares (equivalente al 12% del PIB) que fue estructurado por funcionarios del gobierno, banqueros europeos y empresarios de Oriente Medio nunca llegó al país africano y, sin embargo, está obligado a devolverlo con intereses.

Explicación paso a paso:

Noticia de periódico El Pais

30 de enero 2022