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Sagot :
Respuesta:
Ok
Explicación:
El secreto de Saul
Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios. Su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con jardín, piscina y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba de nada: vestía a la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos, y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía una pantalla de cine.
A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con el mundo. Últimamente no soportaba madrugar y odiaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez hablaba menos con sus compañeros de aula. ¿Para qué fingir que sus temas de conversación le parecían interesantes?… Por si esto fuera poco, ni una sola asignatura atraía su atención. Malgastaba el tiempo mirando a las musarañas y abriendo la boca para soltar ruidosos bostezos cada dos por tres.
Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila y caminaba un corto trecho hasta llegar al Parque de los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que le obligaban a memorizar. Una vez allí, solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arboleda y del lago con forma de corazón donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de patitos.
Sucedió que, una de esas tardes, se acercó a su banco habitual, tomó asiento, y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad, descalzo y cubierto de harapos, que parecía mirarle fijamente.
Respuesta:
Inicio
María, Paula y Julia eran tres amigas de doce años cada una. Vivían en un tranquilo pueblo cerca de una pradera. Allí tenían de todo, su escuela, su cine, su biblioteca, sus tiendas para comprar víveres y ropa, y, lo mejor de todo, un hermoso parque donde se reunían día a día a jugar desde que se conocieron a los 7 años.
El parque quedaba a la misma distancia de la casa de cada una, por la que todas caminaban los mismos cien metros para reunirse allí a divertirse en la rueda, en el columpio, en el sube y baja, o simplemente jugar con sus muñecas en el césped.
Nudo
Todo había transcurrido bien durante esos años de amistad. La hora del parque era la más deseada por ellas. Sin embargo, como todo en la vida, ese año ellas entraron en secundaria, y como cada una se había decidido por estudios distintos, sus horarios cambiaron y no pudieron coincidir como antes en su lugar especial.
Con el tiempo pasaron de verse solo tres veces a la semana cuando antes eran siete; luego solo dos veces, y al final ni se veían. Hubo mucha tristeza en sus corazones a raíz de ese alejamiento, pero las nuevas cosas que sucedían en sus vidas hacían que el pesar no fuera tan hondo. Fue así como en un año el parque quedó solo.
Desenlace
El tiempo, sin que las chicas se fijaran, pasó volando. Por cosas de la vida se mudaron del pueblo a estudiar en las distintas universidades que escogieron. Sin embargo, cuando las cosas son muy buenas, se repiten.
Veinte años después de sus juegos y diversiones, María, Paula y Julia volvieron a su pueblo, ya casadas y con una hija cada una.
Sus hijas se llamaban como ellas, cada una tenía siete años y, tal y como ocurrió en el pasado con sus madres, se hicieron muy amigas en ese parque que les esperaba.
Todo era idéntico, solo que ahora, además de las pequeñas, también estaban sus madres acompañándolas para hablar de todo aquello que vivieron mientras estuvieron alejadas.
Fin.
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