Respuesta:
Los sistemas de IA no tienen sentimientos, emociones o pensamientos propios.
EXPLICACIÓN:
La inteligencia artificial (IA) está entre nosotros, en una forma sutil de tecnología inteligente: chatbots, reconocimiento de expresiones faciales, traductores, asistentes personales, recomendadores de películas, etc. Sin embargo, mucha gente no es consciente de estar interactuando ya con sistemas de inteligencia artificial y reaccionan con rechazo y miedo hacia el concepto de una máquina inteligente que pueda aprender por sí misma.
Pensando en los sistemas actuales que incorporan IA y que usamos habitualmente no parece que necesiten tener emociones propias, ni parece que tenerlas pueda servir al sistema a realizar mejor las tareas que tienen que realizar.
En el caso de sistemas que se relacionan con humanos sí que puede ser de gran valor que esos sistemas sean capaces de detectar ciertas emociones básicas o sentimientos humanos, y reaccionar adaptándose a ellas. Sin embargo, eso no significa que la tecnología tenga emociones o pensamientos propios
Estamos lejos de crear un algoritmo que sea capaz de copiar como se producen las emociones humanas. El estándar a día de hoy para estudiarlas es utilizar estímulos de calibración (por ejemplo, muchas imágenes positivas), programas de cómputo y algoritmos de aprendizaje automático los cuales buscan correlaciones entre los parámetros de la actividad cerebral y el tipo emocional de las imágenes. Posteriormente un programa informático desarrolla un modelo computacional de cómo reacciona el cerebro de esa persona específica, con ese tipo de estímulo específico (imagen) que provoca una emoción específica. Este modelo se utilizará para saber, cuando la persona ve una imagen cualquiera, si esa imagen le está provocando una emoción positiva o negativa.
Pero los modelos computacionales no son el cerebro humano, no replican el cerebro humano y están lejos de hacerlo.
Al final, las emociones humanas dependen también de la percepción que tenemos del exterior y de nuestro interior. En el caso humano, la percepción del mundo exterior la conseguimos con nuestros sentidos y la percepción del mundo interior depende de la homeostasis a nivel básico y a nivel más elaborado de nuestra cognición.
